Y esta vez, en lugar de agarrar pluma y libreta… agarro bocina y micrófono.
Estoy cansada de recibir tu constante rechazo, de escuchar tus insultos y su tono condescendiente en cada sílaba y de aceptar todas esas palabras ajenas como un retrato en colores oscuros de mi persona.
De escucharte decir que no te merezco.
No. No soy quien crees.
Estoy cansada de escucharlos jurar saber mis pesares y mi padecer; como si mi historia estuviera escrita en mi rostro y tallada en mis manos… ¿quién sois para aclamar saber lo que siento y por lo que he pasado?.
No. He sufrido y me he flagelado más de lo que podrías imaginar.
Pero callarte no me cansa. Hablar alto y fuerte sobre lo que siento, gritar a todo pulmón lo que pienso, y despedirme de otros como tú… no me cansa
¿Por qué despedirte? Os preguntaréis
Cuando casa espacio lleno de afonía y traición se libera, da lugar al respiro, calma y armonía. Cada voz negativa que sale de mi cabeza, da entrada a frases de aliento; y cada adiós… trae consigo el renacer de un antiguo y muerto sentimiento.
Adiós, estimado amigo.